sábado, 10 de febrero de 2007

A un ritmo frenetico...

Nos hemos inventado un sistema que no se sostiene, que nos obliga a ir corriendo en todo momento, que nos hace sentir una hormiga en medio de un hormiguero, solos entre tanta gente, gente que ni se mira, ni se saluda, ni se toca, puedes caerte muerto y nadie te ayudará. Existe como una especie de fobia y asco hacia los "demás" esa masa de desconocidos que continuamente irrumpe invadiendo nuestro espacio, por ello andamos como enfadados, rápido, evitando cualquier tipo de contacto...y en cambio resulta curioso como te puedes encontrar con la misma gente dando un paseo por la montaña y que directamente salga un saludo, si uno se cae los caminantes de alrededor irán a ayudarle, le prestarán lo que necesite, etc. Todo ello porque en la montaña hay menos personas, se está en contacto con la naturaleza y eso nos conecta de nuevo con nuestra bondad, con nuestro altruismo, nuestra alegría, etc. También influye el hecho de que cuando estamos en la montaña generalmente no estamos trabajando, no tenemos que cumplir con un horario, ni nadie apuntará que ese día hemos llegado 4 minutos tarde.

Es que si te pones a pensarlo és enloquecedor...en las ciudades vivimos con el tiempo milimetrado: tienes contada la hora a la que te tienes que levantar apurando hasta el último segundo, después la hora exacta a la que tienes que salir de casa para que andando bien rápido, te de tiempo a llegar al metro a una hora concreta, llegas al metro corriendo, sacas la targeta antes de llegar para no perder tiempo y bajas corriendo las escaleras mecánicas para no perder el metro porque si no, te pasas 2 o 3 minutos esperando, sin saber que hacer con sensación de perder el tiempo y de llegar tarde, finalmente coges el metro, te bajas en plaza catalunya, allí deslizandote entre la gente frenética avanzas por la corriente subterranea de personas en que se convierte un trasbordo matutino. Al llegar quizás de nuevo tengas que esperar porque faltan un par de minutos, de nuevo la sensación de llegar tarde...llega el metro, vas mirando cada parada que pasa y cuantas faltan, aunque solo sean tres. Llegas a tu parada y allí sales corriendo, vas corriendo hacia las escaleras, subes las escaleras corriendo o te pones de los nervios porque siempre hay alguien que se toma las cosas con más tranquilidad y se para a dejar que las escaleras mecánicas le suban...pero venga hombree!!!Finalmente sales de la parada del metro y corriendo, avanzando y estudiando la combinación de semáforos llegas hasta el trabajo, entras corriendo y verificas que no has llegado más que 2 minutos tarde, Bieen!! Esta vez no te caerá bronca....Bufff, y quien no empieza el día así cansado y de mala ostia?

Por todo ello, admiro a nuestros abuelos, admiro el ritmo de los pueblos, el ritmo de las islas (en especial el de Ibiza, donde me he criado), admiro a las personas que en medio de toda esta vorágine tienen la sangre fría de tomarselo de otra manera y pararse en la escalera mecánica, que van paseando al trabajo, que miran al cielo cada día, que se mueven en bici, o aquellos que son capaces de poner el despertador media hora antes para hacer las mismas cosas pero más despacio...creo que voy haciendo alguna de estas cosas pero aún me quedan muchas otras por aprender...

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